viernes, 20 de julio de 2012

La varicela de los futbolistas de la selección


Este mes se produjo un revuelo tremendo en la concentración de la selección española de fútbol que acudirá a disputar los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Uno de los jugadores, el navarro Mikel San José, se sintió enfermo y el médico de la selección, Jorge Guillén, pudo confirmar que se trataba de varicela. En ese momento supo lo que se le venía encima.


La varicela es una enfermedad muy contagiosa y los jugadores están concentrados manteniendo un contacto muy estrecho.

Por suerte, la varicela es una enfermedad que deja inmunidad de por vida y que solo suele sufrirse una vez por lo que muchos de los jugadores deberían estar protegidos.

Para aquellos que no la sufrieron de pequeños, en España, en todos los casos en los que un niño no pasa la enfermedad antes de los 10 años, las Autoridades Sanitarias recomiendan –y sufragan- la administración de la vacuna frente a la varicela. En algunas Comunidades Autónomas esta vacuna se administra a todos los niños junto a la vacuna triple vírica al estar incluida en sus calendarios vacunales infantiles. Por lo que todos deberían estar protegidos.

La razón por la que las Autoridades Sanitarias recomiendan que cualquier persona mayor de 10 años que no haya pasado la enfermedad se vacune reside en que la enfermedad en adultos es más grave y puede complicarse con gran frecuencia y ser motivo de hospitalización y muerte. Se estima que la infección por el virus de la varicela es 25 veces más grave en el adulto que en el niño. El adulto presenta una respuesta febril más intensa y prolongada y un exantema con mayor cantidad de lesiones y que requieren más tiempo para la curación. Los síntomas generalizados, como malestar general, dolor muscular, falta de apetito y deshidratación, también son más intensos. Las complicaciones son más frecuentes y destacan la neumonía o la encefalitis, esta última es hasta 7 veces más frecuente que en los niños sanos.

Las tasas de letalidad por varicela en niños hasta los 14 años se estiman en 1 de cada 100.000 casos mientras que en adolescentes entre 15-19 años en 2,7 por 100.000 casos y en adultos entre 30-49 años en 25,2 por 100.000 casos. En España, entre los años 1987 y 2002 se registraron 79 muertes debidas a varicela, 57 de ellas en mayores de 14 años.

Al pensar en la inmunidad natural tras la enfermedad y en la de que proporciona la vacunación, los médicos de la selección debieron respirar tranquilos pensando que la extensión a otros jugadores sería sumamente improbable. Pero primero debían asegurarse de que realmente la hubiesen pasado y de que el resto estuviese vacunado. Actuaron adecuadamente separando a San José rápidamente del resto del grupo, e investigando cuántos jugadores han pasado ya la enfermedad o están vacunados mediante analíticas de sangre. Aquellos no protegidos serían susceptibles de recibir gammaglobulina.

Para su sorpresa, y la mía, fueron varios los jugadores que no estaban protegidos y que eran susceptibles de infectarse. Entre ellos el bien conocido Iker Muniain, compañero en el Atletic Club de Bilbao de San José, alucinaba con el movimiento que se traían los médicos esos días y declaraba: “Estoy un poco acojonado porque yo no la he pasado pero esta tarde creo que vienen a vacunarnos o a ponernos una inyección".

No es de extrañar que todos los medios de comunicación se hayan hecho eco de la noticia, algunos incluso con titulares divertidos: al conseguir ser durante el mismo mes de julio Campeones de Europa en la categoría absoluta, categoría sub-19 y en la modalidad de fútbol-playa, parecemos invencibles y hay que buscar rivales de otra "categoría" de cara a los JJ.OO. Y es que es cierto, que muchas veces una enfermedad infectocontagiosa puede ser nuestro peor enemigo o rival y dar al traste con años de preparación deportiva.


Hubiese sido una desgracia que Mikel San José hubiese sufrido una grave neumonía o encefalitis varicelósica como complicación de su enfermedad.

Hubiese sido un descalabro perder más jugadores por culpa del absurdo contagio de una enfermedad frente a la que deberían estar protegidos.

Ha sido una pena descubrir que varios jugadores susceptibles frente a la enfermedad, y que se someten continuamente a controles de salud, no estuviesen protegidos con una vacuna que ha demostrado su eficacia y seguridad frente a una enfermedad que puede complicarse y que puede diezmar su equipo.

jueves, 28 de junio de 2012

Fiestas del sarampión: culto a la irresponsabilidad


Llega a mis oídos que este año se han detectado en España algunos casos de “fiestas de sarampión”. Esta práctica, importada de otros países, consiste en organizar una fiesta con niños tras diagnosticar a uno de ellos de sarampión de forma que todos contraigan la enfermedad y queden así inmunizados sin necesidad de vacunarlos. Originariamente se organizaban para la varicela y se limitan a determinados grupos antivacunación, pero se ha extendido al sarampión y en determinados círculos se ha puesto de moda. En algunos de estos países se reparten incluso tarjetas de invitación para acudir a dichas fiestas como si de un cumpleaños se tratara. Algún avispado, metido a inconsciente empresario, ha decidido comercializar piruletas con el virus y venderlas por internet para facilitar la realización de dichas reuniones. Solo pensar que algún incauto sea capaz de realizar una compra así me pone los pelos de punta.


Exponerse de forma deliberada a una enfermedad infecciosa tan contagiosa como el sarampión -que está producida por un virus que es capaz de permanecer incluso en aerosoles hasta dos horas después de que la persona enferma haya abandonado una habitación- supone asegurarse prácticamente la infección, incluso sin piruleta.

Sufrir la infección por el virus del sarampión supone, a su vez, exponerse a sufrir las complicaciones de dicha enfermedad que son abundantes y -aunque en algunos casos puede resultar leve- en muchos otros resultan muy graves. Algunas de estas complicaciones están bien descritas en la literatura médica: la otitis media (7-9%), la neumonía (1-6%), la diarrea (8%), la encefalitis postinfecciosa (1 por cada 1000 a 2000 casos de sarampión), la panencefalitis esclerosante subaguda (PEES) (1 por cada 100.000 casos) y la muerte (1,0-3,0 por 1000 casos).

Desgraciadamente, nos hemos acostumbrado demasiado al increíble beneficio que las vacunas nos han brindado haciendo casi desaparecer muchas enfermedades infecciosas y sus complicaciones. Ahora surgen personas que no han conocido la enfermedad, dudan de su importancia (y en algunos casos de su existencia) y rechazan la vacuna, que termina siendo víctima de su propio éxito. Estas personas deberían saber que desde hace cuatro años un brote de sarampión recorre Europa que bien puede servir para ilustrar estos datos. En Francia, por ejemplo, de febrero de 2008 a junio de 2010 se produjeron 4753 casos de sarampión de los que hasta el 34% tuvieron que ingresar en un hospital y murieron 3 personas. Cuando ya se creía controlado el brote, de enero a junio de 2011 se dieron la friolera de 14.500 casos más de los que 6 enfermos fallecieron,  más de 600 sufrieron neumonía y 15 encefalitis.

Esta última complicación, la encefalitis, es una de las más graves de la infección por el sarampión. Si bien es cierto que también existe un pequeño riesgo de sufrir la encefalitis tras la vacunación dado que se trata de una vacuna de virus vivos atenuados, la posibilidad de que se produzca tras la vacunación es muy inferior a la de que ocurra tras la enfermedad. Mientras que la tasa de encefalitis tras la infección natural es de 1/1.000 casos de sarampión solo se da en 1/1.000.000 dosis administradas de vacuna.

Siguiendo con los ejemplos, en Rumanía durante el primer semestre de 2011 se dieron 2000 casos de sarampión y el 38,6% sufrieron complicaciones (582 neumonías, 203 diarreas, 8 malnutrición, 5 convulsiones y 2 encefalitis).  En Alemania, en el mismo semestre, de 1500 casos se produjeron 2 encefalitis y una muerte. En Grecia hubo que hospitalizar al 66% de los casos y en Irlanda al 36%.

El año 2012 no ha comenzado mejor que el anterior. En los primeros 4 meses en Europa se han dado más de 13.000 casos repartidos en 32 países diferentes, la mayoría en Ucrania donde ahora mismo se disputa la Eurocopa de Fútbol con las consecuencias que esto puede suponer en los próximos meses. En España, ha llamado la atención el importante brote en Elche donde no se habían dado casos de sarampión desde el año 2001 y solo durante el mes de febrero de este año se han dado 109. De éstos, 80 casos se diagnosticaron en los servicios de urgencias y el 13% tuvieron que ser ingresados permaneciendo una media de 4 días en el hospital por complicaciones (6 por muy mal estado general, 2 por neumonía, 2 por bronquitis y 1 por otitis).

El sarampión es una enfermedad erradicable del mundo como lo fue la viruela pero por desgracia sigue presente en nuestros días debido a que los niveles de vacunación han descendido por falsas creencias y por absurdas, e irracionales, modas como la de las fiestas del sarampión. Queda patente que aún hoy, incluso, en países con buenos sistemas sanitarios como los europeos, el sarampión se puede complicar con mucha frecuencia ocasionando hasta la muerte. Sin ningún lugar a dudas, exponerse deliberadamente al sarampión es un acto de suma irresponsabilidad que en el caso de los padres que exponen a sus hijos podría, incluso, comportar responsabilidades legales en el futuro. Llamar a eso fiesta es incomprensible, desagradable y maquiavélico.


sábado, 5 de mayo de 2012

Lavarse las manos salva vidas: Día mundial del lavado de manos


"El deber más alto de la medicina es salvar la vida humana amenazada,
y es en la rama de la obstetricia donde este deber es más obvio."
I. F. Semmelweis

Hace 151 años un médico húngaro de total vocación (iba para abogado hasta que tuvo ocasión de asistir a una autopsia y dio un giro radical a sus estudios) llamado Ignacio Felipe Semmelweis publicó uno de esos trabajos que forman parte de la historia de la medicina (De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal. 1861). Este obstetra consideraba inaceptable que hasta el 40% de las mujeres fallecieran tras dar a luz por sepsis puerperal, pero le escandalizaba más aún que ninguno de sus antiguos compañeros cirujanos se preguntara porqué entre los pacientes operados -con casos idénticos- unos fallecieran y otros no de forma impredecible.

Trabajando en una clínica obstétrica de Viena observó que había una excesiva diferencia en la mortalidad por sepsis puerperal entre los dos pabellones del hospital y se propuso no descansar hasta descubrir una explicación. No descartó ninguna hipótesis (desde las diferencias sociales entre pacientes hasta la nacionalidad del médico o, incluso, el paso del sacerdote otorgando la bendición nocturna), pero la que más le obsesionaba era que los estudiantes de medicina transportasen algún tipo de sustancia de putrefacción en sus manos, o ropas, pues en uno de los pabellones atendían a las mujeres tras acudir a las sesiones de medicina forense y realizar las autopsias. El otro pabellón, donde la mortalidad era mucho menor, era atendido en su mayoría por matronas. Tras confirmarlo con un estudio epidemiológico, se decidió a intervenir obligando a los estudiantes a lavarse las manos con cloruro cálcico e instalando personalmente lavabos en las salas. Las diferencias disminuían y la mortalidad cayó al 0,23%. Denostado por muchos compañeros y sociedades científicas, terminó siendo despedido y emprendió una lucha que -unida al sufrimiento de aquellos años en la clínica- le llevó al borde de la locura y, finalmente, a la muerte pues se provocó un corte con un escalpelo utilizado en una autopsia que le ocasionó una sepsis fatal similar a las que sufrían las parturientas.

Su trabajo fue reconocido posteriormente aunque nunca tuvo la repercusión de trabajos similares como el de Joseph Lister apenas unos años más tarde. Este último es considerado el padre de la asepsia y antisepsia y sus trabajos fueron extremadamente meritorios en el campo de la infección quirúrgica, pero tuvo la suerte de aplicar la experiencia de Semmelweis así como de ser coetáneo de Louis Pasteur y tener acceso a los números avances en el conocimiento microbiológico de su época (curiosamente su propio padre fue un pionero en el uso del microscopio) lo que ayudó enormemente al desarrollo de su trabajo. Por cierto, justo este año se cumple el centenario de su muerte.

Este insigne cirujano se encontró al incorporarse a su clínica quirúrgica de Glasgow una mortalidad del 30-50% por la entonces denominada “gangrena  hospitalaria”. El éxito de Lister para casi hacer desaparecer las infecciones de las heridas se basó en varios frentes: pulverizar el ambiente, lavar el instrumental, la herida y, de nuevo, las manos de los cirujanos con fenol como reflejó en su publicación (On the Antiseptic Principle in the Practice of the Surgery, 1867). Este trabajo cambió radicalmente la cirugía y la forma de atender a los pacientes en los hospitales. Antes de ser ampliamente reconocido (se le nombró barón, recibió la orden al Mérito y fue elegido presidente de la Royal Society) fue también duramente atacado, pero su perseverancia y los evidentes resultados hablaron por él. 

Para muchos debe resultar increíble que después de un siglo y medio de estos hallazgos y en el mundo tan tecnológico, y avanzado, en el que vivimos sea necesario declarar un Día Mundial del Lavado de Manos no solo para honrar esta acción tan simple, eficaz y barata sino para recordar que debe retomarse en todos los centros sanitarios pues desgraciadamente ha caído en desuso. Se estima que el personal sanitario la omite en el 60% de las ocasiones en que es necesaria. Precisamente por esto, la OMS lanzó en el año 2009 una campaña para concienciar a todos los trabajadores sanitarios del mundo de que LAVARSE LAS MANOS SALVA VIDAS y previene de infecciones adquiridas en el medio sanitario. Esta campaña, aún en marcha, se enmarca en el Primer Reto Global de Seguridad del Paciente de la OMS lanzado en 2005: Un atención sanitaria limpia es una atención más segura. Si bien la preocupación es mayor en los países más desfavorecidos, las estrategias están diseñadas también para los países desarrollados. En el mundo participan más de 5000 centros sanitarios de 122 países. En nuestro país se han adherido ya 559 centros a la campaña (es el tercer país europeo con mayor número de centros participantes).


En Europa, el ECDC ha estimado que se producen al año 4 millones y medio de infecciones asociadas a la atención sanitaria. Entre estas las más frecuentes son las relacionadas con la cirugía. En nuestro medio entre 1,2-5,2 de cada 100 intervenciones se produce infección de la herida quirúrgica (en los países más pobres una media de 11,8%).


En España, esta semana estamos de enhorabuena pues el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad acaba de presentar los datos del año 2011 y hemos registrado la prevalencia de infección hospitalaria más baja de los últimos 22 años: un 6,3%. De acuerdo a este estudio, el año pasado en nuestro país la infección quirúrgica ocupó el tercer lugar en frecuencia (19,4%) con la infección respiratoria a la cabeza (22,2%) seguida de la urinaria (20,6%) entre este tipo de infecciones hospitalarias.

Los beneficios del lavado de manos se ponen de manifiesto a diario en la literatura médica. Uno de los últimos ejemplos se publicaba este miércoles 3 de mayo en la prestigiosa revista British Medical Journal con los resultados de un estudio en 187 centros del Reino Unido en los que puso en marcha una campaña de lavado de manos similar el 1 de diciembre de 2004. Stone y colaboradores encontraron un descenso estadísticamente significativo durante los 4 años siguientes de las infecciones por dos microorganismos típicamente asociados a infecciones hospitalarias: la bacteriemia por Staphylococcus aureus meticiliresistente y la infección por Clostridium difficile. Ambas bacterias representan un creciente problema en los centros sanitarios pues su resistencia a los antibióticos, en especial en la primera, están limitando enormemente el  arsenal terapéutico disponible y están ocasionando numerosas muertes.


Convencido de su utilidad, desde aquí me adhiero -como llevo haciendo años- a la promoción de esta práctica fácil y necesaria que puede hacernos disminuir la infección hospitalaria y, además, colaborar en la lucha frente a las bacterias multiresistentes. Sería deseable que los esfuerzos y recursos que se están empleando en esta campaña se pudiesen destinar a otros problemas de salud y que no fuese necesario dedicarle un Día Mundial a un acto que desde el siglo XIX cambió el pronóstico de millones de pacientes en todo el mundo y facilitó el desarrollo de la medicina y la cirugía.




Página web de la campaña de la OMS en español:
Programa Higiene de Manos en el Sistema Nacional de Salud:
Nota de prensa del MSSSI sobre el descenso de las infecciones hospitalarias en 2011:
Artículo del British Medical Journal (BMJ 2012;344:e3005):

martes, 24 de abril de 2012

Con un poco de (brazos de) azúcar esa píldora que os dan…


Seguramente todos habréis visto alguna vez el inolvidable clásico Mary Poppins (1964). A día de hoy sigue siendo la película de Disney más premiada en los Oscar consiguiendo 5 estatuillas entre ellas la de mejor banda sonora. Los responsables de dichas melodías fueron dos hermanos Robert y Richard Sherman, el primero de los cuales –por cierto- falleció el mes pasado. Ambos se encontraban trabajando en la creación de las canciones allá por 1963 y una de ellas titulada “The eyes of love” no terminaba de convencer a una joven Julie Andrews que se quejaba de que carecía de chispa. El propio Walt Disney les pidió que añadieran un estribillo más pegadizo. Al llegar a casa tras un día entero trabajando juntos sin éxito, Robert fue advertido por su mujer de que habían vacunado a su hijo de 8 años frente a la polio. Existía una vacuna parenteral (administrada con aguja) desde 1955, pero desde ese año (1963) se impuso la nueva vacuna oral (administrada en gotas). Robert Sherman no debía conocer la existencia de esta nueva vacuna cuando preguntó a su hijo si le había dolido mucho el pinchazo, a lo que su hijo le respondió que en absoluto, que habían colocado la “medicina” en un terrón de azúcar y él se lo había tragado. El impacto debió ser tal que en ese mismo momento, según confesaría años más tarde, le sobrevino la idea de la letra de una de las canciones más conocidas de la película: "A spoonful of sugar helps the medicine go down", que en español oímos como “Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan pasará mejor. Si hay un poco de azúcar esa píldora que os dan satisfechos tomaréis”. Le costó convencer a su atónito hermano que finalmente accedería a pulir la melodía de lo que se convirtió en todo un éxito.


Y es que siempre ha existido una cierta preocupación entre los sanitarios por hacer que los niños –y sus padres- sufran lo menos posible durante la administración de fármacos o de vacunas. El terrón de azúcar, en ese caso, se ha visto acompañado de múltiples iniciativas como el estar acompañado por los padres, tener música de fondo, ambientes con luz tenue, abrazar a peluches, decoración en las paredes, ser amamantado, etc. Todos estos métodos variaban de acuerdo a la edad del niño. En una sociedad algo medicalizada, y angustiada, en los últimos años en algunos países se administra una solución de sucrosa (de nuevo, azúcar) y algunos sectores preconizaban que bastaba con la administración de analgésicos antes y después del acto vacunal. Pero esta última medida no solo no parecía aportar nada sino que, incluso, disminuía la concentración de los anticuerpos generados tras algunas vacunas.

El pasado 16 de abril en la prestigiosa revista Pediatrics se ha publicado un nuevo estudio al respecto. Pero en este caso, los investigadores de un Hospital Infantil en Norfolk (Virginia, EE.UU.) no evalúan un nuevo fármaco sino la utilidad de un método basado en el contacto físico para reducir la duración del llanto tras administrar una vacuna en niños entre 2 y 4 meses de edad. En realidad los autores se proponen comprobar si el método de las “Cinco eses” (5S’s) que describe el Dr. Harvey Karp en su libro “The happiest baby on the block” funcionaría también para aliviar el dolor tras la administración de una vacuna. El método consiste en 5 intervenciones que en inglés comienzan por la letra “S”: Swaddling (Envolverle en un arrullo o manta de algodón durante 15 segundos), Side/Stomach position (Colocarle de lado o boca abajo durante 30 segundos), Shushing (Chistarle o susurrarle de forma cercana, “shhhhh”), Swinging (Acunarle o mecerle) y Sucking (Darle el Chupete). El Dr. Karp asegura que estas cinco medidas aplicadas juntas, y en ese orden, despiertan un reflejo automático de tranquilización en los bebés. Se trata, de alguna manera, de reproducir las condiciones en las que el bebé se encontraba en el interior del útero materno durante los nueve meses de gestación.

En el estudio los autores encontraron que los bebés a los que se les aplicaba esta técnica tenían menor puntuación en una escala de dolor validada. La diferencia encontrada era estadísticamente significativa, o sea, difícilmente explicable por el azar. Así mismo, también encontraron que estos niños lloraban durante menos tiempo tras la vacunación. A los 45 segundos tan solo el 20% de los niños seguía llorando comparado con el 40% de los que se les dio azúcar o el 65% de los que no recibieron ninguna intervención. El éxito era tal que en muchos casos el método quedaba reducido a las "cuatro eses" pues muchos bebés ya estaban calmados antes de poder ofrecerles el chupete.



En ciencia un único estudio puede no ser suficiente y es necesario comprobar su reproducibilidad y contrastar los resultados en otras poblaciones. La verdad es que así descrito puede parecer algo demasiado mecánico y robótico, pero en realidad creo que se trata de aplicar un poco de sentido común y de hacer las cosas de una forma natural y cariñosa. Si, al menos, sirve para darnos cuenta del valor que puede llegar a tener un abrazo…

Enlace al artículo científico original:
Enlace que proponen los autores para ver cómo envolver al bebé en la manta:

martes, 17 de abril de 2012

Franklin D. Roosevelt, el Presidente comprometido con la poliomielitis.


Hace apenas unos días, el 12 de abril, pero del año 1945 moría bruscamente, mientras trabajaba en su despacho, Franklin Delano Roosevelt a la edad de 63 años tras un apreciable deterioro de su estado de salud. Este hombre, de increíble entereza, ha sido el único en ganar cuatro elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. Esto podría no extrañar a muchos si tenemos en cuenta que era descendiente de una importante dinastía de abogados, políticos y diplomáticos. De hecho, otro presidente Theodore Roosevelt –en este caso republicano- era primo quinto suyo y Franklin llevó al altar a la sobrina de éste tras conocerla en una recepción en la Casa Blanca. Su educación fue exquisita manejando el alemán y francés, habiendo viajado por Europa desde la juventud, practicado múltiples deportes y asistido a las Universidades de Harvard y Columbia. A pesar de esto su familia -de convicción demócrata- creía en el servicio público, destinaba gran parte de su dinero a las tareas filantrópicas y no gustaba de alternar con la aristocracia.

El joven Franklin destacó pronto en la política gracias a su impecable aspecto físico y su buena oratoria. Con 30 años fue nombrado Secretario Adjunto de la Marina y solo cinco años más tarde, al entrar en la Primera Guerra Mundial en 1917, se convirtió en el más alto administrador de la Marina de los Estados Unidos jugando un importante papel en el desarrollo de la Guerra lo que le sirvió, por ejemplo, para encontrarse por primera vez con Churchill. Su meteórica carrera le llevó a ser candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos en 1920. Contaba apenas con 38 años, pero su suerte pareció cambiar a partir de entonces.

Su candidatura conjunta con el Gobernador de Ohio sufrió una gran derrota después de ocho años de mala gestión demócrata. En el plano personal, dos años antes su mujer estuvo a punto de divorciarse de él por sus continuas infidelidades, lo que no llegó a ocurrir gracias al acuerdo al que llegaron la madre del político y la que -a partir de entonces- solo sería su esposa de cara a la opinión pública manteniendo vidas separadas.

Por si esto fuera poco, durante el verano de 1921, con 39 años de edad Franklin D. Roosevelt contrajo la poliomielitis. La polio era un verdadero azote que afectaba a millones de personas en todo el mundo y de la que nadie -como puede comprobarse- estaba exento de contagio. Una vez infectado por este virus se produce una afectación de los nervios que paraliza los músculos a los que controlan. Pueden darse distintos grados de afectación que van desde permanecer asintomático (la mayoría), sufrir formas no paralíticas que se asemejan a casos de meningitis y las formas paralíticas de la enfermedad que pueden inutilizar extremidades o, incluso, los músculos respiratorios lo que suele conducir a la muerte.

Roosevelt quedó total, y permanentemente, paralítico de cintura para abajo lo que le impidió, por ejemplo, volver a caminar. Todos pensaron que su debilitada carrera política había terminado definitivamente. Pero lo cierto, es que nunca se dio por vencido y se empeñó en superar la enfermedad con distintos tratamientos. Nunca lo logró pues el daño es irreversible, pero decidió volver a la política convirtiéndose 7 años más tarde en Gobernador de Nueva York y en 1932, tras derrotar al republicano Hoover, en presidente de los Estados Unidos hasta su muerte. Para ello empleó ciertos trucos ya que pensaba que los efectos de la polio podían interpretarse como signos de debilidad política. De hecho nunca acudió a actos públicos en silla de ruedas (solo se conocen dos fotografías), conducía en coches adaptados, unos herrajes le permitían dar sus discurso de pie, ect.


Y aquí viene lo curioso de esta historia, pues durante todos sus mandatos estuvo comprometido, además de con la lucha frente a la pobreza y los derechos civiles, con plantar batalla a la polio fomentando la educación de la población general sobre la enfermedad, fundando balnearios para la rehabilitación de afectados y financiando, y promoviendo, la investigación de una vacuna eficaz. Entre estas medidas, ayudó a la fundación en 1938 de la organización denominada la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil (NFIP) que promovía la investigación de una cura definitiva para la enfermedad y la creación de una red de colaboradores que asegurase donaciones para lograr financiar -por ejemplo- los trabajos de Jonas Salk que dieron como fruto la primera vacuna eficaz frente a la polio en 1955 (vacuna inactivada parenteral) y los trabajos de Albert Sabin en el norte de África que permitieron disponer de una segunda vacuna en 1963 (vacuna atenuada oral). Ambas han sido claves en la disminución del número de casos de  polio en el mundo y de la posibilidad de su cercana erradicación.


La NFIP fue pronto conocida como la “March of Dimes” y adoptó, incluso, esa nueva denominación en 1976. El origen de dicho nombre se debió al famoso cómico, y filántropo, Eddie Cantor (Óscar honorífico de la Academia en 1963) que en 1938 inventó un juego de palabras con el título de la más popular novela radiofónica del aquel momento “March of Times” para una campaña de donaciones. Solicitaba a los oyentes de su propio show que enviaran un “dime” (moneda de 10 centavos cuyo nombre original era “disme” al derivar de la palabra latina “decimus”) a la víctima más célebre de la polio: el presidente Roosevelt. En apenas unas semanas se recibieron en la Casa Blanca 2.680.000 monedas. En 1946 se acordó incorporar la cara de Franklin D. Roosevelt en dichas monedas de 10 centavos quedando así inmortalizado al año de su muerte y vinculado su recuerdo para siempre a la lucha contra la poliomielitis a la que tanto contribuyó.


jueves, 22 de marzo de 2012

Notas culturales para diagnosticar la tuberculosis


“La tisis es difícil de diagnosticar y fácil de tratar en sus primeras fases, mientras que resulta fácil de diagnosticar y difícil de tratar en su etapa final.”
Tito Lucrecio Caro (99 a. C.-55 a.C.)

La tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad. Ha estado presente en numerosos momentos de nuestra historia y ha sido retratada como inevitable compañera de viaje del hombre en multitud de ocasiones. Gracias a este hecho, les propongo aprender a reconocer sus síntomas clásicos aprovechando solo algunos de los incontables ejemplos de las representaciones que de ella se han hecho a lo largo del tiempo en el mundo de la cultura.

Palidez y Delgadez (pérdida de peso)
Si es usted aficionado al cine, seguro que recuerda a Satine, el personaje interpretado por Nicole Kidman en la película Moulin Rouge! (2001). La acción se desarrolla en el Paris de finales del s. XIX. En el barrio de Montmartre se acumulan los artistas bohemios del movimiento romanticista que toman, precisamente, estos rasgos de la enfermedad como paradigma de la belleza de la mujer del romanticismo. No es de extrañar entonces que el protagonista quede prendado de la blanca piel, y la fina figura, de Satine al instante, la cual parece ir ablandándose por el amor -al mismo tiempo que languideciendo por la tuberculosis- según avanza la película. El director de la película, Baz Luhrmann, ya había trabajado en una adaptación de la ópera La Boheme que triunfó incluso en Brodway, y se muestra gran conocedor de este ambiente y del devenir de esta enfermedad que acaba matando a sendas protagonistas.

Languidez
Si es usted aficionado a la música, habrá disfrutado escuchando las obras de Frédéric Chopin al cual la tuberculosis acompañó durante muchos años hasta su muerte, ya sin fuerzas, en la cama con 39 años. La enfermedad le hizo  padecer una verdadera tortura pues siempre se sintió debilitado y frágil. Por consejo médico se instaló temporalmente en Mallorca en un intento de que su clima le ayudase a sentirse mejor. Conocida era su delgadez y palidez y como demuestran algunos apelativos que la escritora George Sand -su pareja durante 10 años- le dedicó: “mi enfermo ordinario” o “mi querido cadáver”. Por cierto, también solía decir que Chopin Tose con una gracia infinita". Ella, a pesar del amor que le profesaba, confundió su aspecto enfermizo con un carácter manipulable del que apiadarse. No obstante, él tuvo tiempo de demostrar a la arrogante novelista que su carácter era fuerte, valiente y noble, la superficie era solo la tuberculosis, y la sorprendió dejándola un día cansado de su forma de tratarle.

Tos
Si es usted aficionado al baile, quizás haya bailado el tango de Carlos Gardel “Caminito del taller” en cuya letra se describe a una costurera que “...envuelta en una racha de tos seca y tenaz...” da la impresión de que la enfermedad solo le permitirá realizar el trayecto hacia su trabajo una última vez. No deja de guardar cierta similitud con otra costurera -o modista- Mimí la protagonista de la ópera La Boheme de Puccini, la cual es descubierta por su amado por culpa de un inoportuno, inevitable y violento acceso de tos justo cuando éste confiesa a un amigo que ha roto con ella por amor intentando así salvarla de su enfermedad. La sangre no llega al río y los amantes acuerdan permanecer juntos hasta la primavera cuando piensan que el mundo revive de nuevo. Volverán a encontrarse meses más tarde, pero ella ya manifiesta la fase final de una tuberculosis que se la lleva para siempre mientras él llora desconsoladamente.

Hemoptisis (expectoración sanguinolenta)
Si es usted aficionado al teatro, a buen seguro se impresionó al conocer que el dramaturgo, y actor, francés Moliére sufrió en pleno escenario un ataque con intensos escalofríos mientras representaba –paradójicamente- su obra “El enfermo imaginario”. Trasladado a su casa, le sobrevinieron abundantes “vómitos” de sangre tras los que moriría acompañado de sus asustados amigos a los que tranquilizaba diciéndoles “Ya me habéis visto echar más”. Curiosamente, ese día las ropas de su vestuario eran de color amarillo lo que se ha transmitido hasta hoy como señal de mal agüero entre actores que lo evitan sobre las tablas siempre que pueden. Tenía 51 años y su salud ya se había quebrantado más veces con anterioridad mostrando todos los síntomas de la tuberculosis. Los infructuosos tratamientos a los que fue sometido cebaron aún más su animadversión hacia los médicos de su época, a los que definió como: “Hombre a quién se paga para que cuente tonterías en el cuarto de un enfermo hasta que la Naturaleza le cure o los remedios lo maten”.

Astenia (cansancio)
Si es usted aficionado a la literatura, estoy convencido que habrá leído a Chejov y que sabrá que comenzó a escribir por motivos económicos puesto que de profesión era médico. A él corresponde la frase “La medicina es mi esposa y la literatura mi amante, cuando me canso de una, paso la noche con la otra y ello acaba mejorando mi relación con ambas”. Es precisamente a través del contacto con sus pacientes como adquiere muy joven la tuberculosis que le mataría con 44 años. Su cansancio físico era tal que se veía obligado a pasar largas temporadas de descanso en otras ciudades para intentar reponer su salud y recuperar las fuerzas, aprovechando climas más favorables que el de Moscú. Por este motivo viajó, por ejemplo, a Francia, Alemania y Crimea. Curiosamente, a la vuelta de este último viaje se estrenó con gran éxito de crítica su obra La Gaviota por la compañía del Teatro de Arte de Moscú que dirigía Stanislavski quien tuvo que crear ex profeso un nuevo medio artístico basado en la naturalidad del actor para dar vida a los personajes de Chejov descubriendo así el concepto de subtexto. El método Stanislavski ha sido seguido por actores como Al Pacino, Marlon Brando o Paul Newman.

Drama personal
Si es usted aficionado a la ópera, conocerá a la perfección La Traviata de Verdi. Basada en una adaptación teatral de la novela de Alejandro Dumas La Dama de las Camelias. Violeta, la protagonista, una cortesana acostumbrada a los placeres, la libertad y el divertimento cambia su estilo de vida por amor a Alfredo. Para salvaguardar el honor de la familia de su amado realiza el noble sacrificio de renunciar a él. Ella está gravemente enferma de tuberculosis y sus últimos días se consumen triste y sola postrada en la cama de una oscura habitación, añorando a Alfredo y su vida juntos. En el instante final, aunque demasiado tarde, se descubre su sacrificio y muere en brazos de su amado sin sentir dolor. Al igual que en la obra, al intuirse el carácter transmisible de la tuberculosis, muchos enfermos fueron despreciados y condenados a una vida oscura y solitaria mientras eran conscientes de la progresión de la enfermedad en sus propios cuerpos y del trágico final que les aguardaba.

Drama social
Si es usted aficionado a la pintura, alguna vez se habrá conmovido por la pintura de Edvard Munch. Se dice que sus cuadros están cargados de sentimientos y de tragedia humana. Entre ellos la angustia existencial tal y como muestra, por ejemplo, una de sus obras más conocidas: El grito. En ella se representa, y condensa, el enorme dolor que él mismo sintió por la pérdida de su madre y hermana víctimas de la tuberculosis cuando él era muy joven. Este acontecimiento, unido a las obsesiones religiosas de su padre -por cierto, médico militar-, le generó una personalidad conflictiva que él mismo consideraba la base de su genio. La tuberculosis dejó en 2009 casi 10 millones de niños huérfanos en el mundo que en lugar de sufrir la tuberculosis en el cuerpo la padecen en el alma.

Fiebre moderada
Si usted ha leído todo lo anterior, usted es aficionado a la medicina, y tras estas breves notas culturales quizás le sea más fácil aún visualizar los síntomas clásicos de la tuberculosis pulmonar e imaginarse a sí mismo con una bata blanca y fonendo... por cierto, precisamente el inventor de tan ingenioso aparato -utilizado a diario aún en nuestros días e icono de la profesión- murió a los 45 años de tuberculosis. René Laënnec, era un médico enjuto al que la fiebre que persistentemente le acompañaba le dio un aspecto enfermizo. Tenía que auscultar a diario numerosos enfermos como se venía haciendo hasta entonces: pegando la oreja al pecho del paciente. Su timidez, y la vergüenza que pasaba al tener que explorar a las mujeres jóvenes, le hicieron descubrir que con este aparato los ruidos generados por el corazón y los pulmones eran más audibles aún. Hombre de suma inteligencia, se dice que erró al no llegar a sospechar que sus enfermos tuberculosos fueron la fuente de su contagio. El pensaba que la enfermedad era “fruto de la vida en las ciudades y su miseria”...quizás tampoco estaba tan equivocado.

martes, 20 de marzo de 2012

Día Mundial de la Lucha contra la Tuberculosis


Si la importancia de una enfermedad para la humanidad se mide por el número de muertes que causa, la tuberculosis debe considerarse mucho más importante que las enfermedades infecciosas más temidas.
Robert Koch, 24 de marzo de 1882.

Creo que todo el mundo coincidirá en que conocer la causa de un problema definitivamente ayuda a su resolución. En medicina, desde luego, resulta fundamental. Y eso fue lo que cambió un 24 de marzo de 1882 en Alemania. El médico, y científico, Robert Koch leía su ponencia Über Tuberculose ante los miembros de la Sociedad Fisiológica de Berlín. Días más tarde el mundo entero sabría lo que allí se dijo, pues tanto The Times como el New York Times -conscientes de la trascendencia de lo que Koch había descubierto- publicaban la impactante noticia: Por primera vez se había dado con el agente responsable de la tuberculosis. Se trataba de una bacteria que se trasmitía de persona a persona por vía aérea y que se denominó Mycobacterium tuberculosis o –más tarde- bacilo de Koch, en su honor.

Hasta ese momento, se habían postulado incontables causas para la enfermedad, desde la lectura de determinados libros sagrados en Oriente, hasta problemas cardiacos para irrigar adecuadamente los pulmones en los albores del s. XIX. No obstante, a esas alturas de siglo ya pocos dudaban de su carácter transmisible, pero seguía sin saberse contra qué nos enfrentábamos. El propio Koch cerró su discurso con estas palabras:


“De aquí en adelante no tendremos más frente a nosotros a una cosa vaga e indeterminada, estamos en presencia de un parásito visible y tangible. Se desarrolla en el hombre y con cegar las fuentes de donde viene la infección, y una de ellas es seguramente la expectoración, la lucha antituberculosa será un hecho.” (R. Koch, 1882).

El año que se cumplía el centenario de dicho evento, la OMS decidió crear el Día Mundial de la Lucha contra la Tuberculosis. Precisamente este sábado lo celebraremos por trigésima vez. Con su celebración se pretende –en palabras de la propia OMS- “educar al público sobre las devastadoras consecuencias económicas y de salud causadas por la tuberculosis, sus efectos en los países en desarrollo y su impacto continuo y trágico en la salud global”.

Y es que si Koch viviera, a buen seguro no creería que 130 años después de pronunciar sus optimistas palabras finales, y de habernos brindado el origen de la solución al problema, la tuberculosis siga causando estragos de tal magnitud entre nosotros. Actualmente, 2000 millones de personas (un tercio de la población mundial) están infectadas con el bacilo tuberculoso. De estos 1 de cada 10 desarrollará la enfermedad tuberculosa en algún momento de su vida (12 millones en el año 2010) y muchos de ellos morirán (1,7 millones en el año 2009, equivalente a 4700 muertes al día). El gasto económico mundial que provoca la tuberculosis se estima en 12.000 millones de dólares al año según la OMS.

Es cierto que ha habido avances notables, pero insuficientes. Desde 1995 a 2010 se han tratado con éxito 41 millones de pacientes y se han salvado 6 millones de vidas. Se está en disposición de alcanzar las dos metas fijadas para el año 2015: la de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (detener y comenzar a reducir la incidencia en comparación con el año 1990) y la de la Alianza Alto a la Tuberculosis (reducir a la mitad el número de muertes por tuberculosis en comparación con el año 1990 también).

Los problemas actuales contra los que nos enfrentamos son la acumulación de casos en los países más pobres (más de la mitad de las muertes se dan en Asia); la aparición de cepas multirresistentes casi imposibles de tratar (650.000 casos en el año 2010 y extensión a 80 países); y el cambio de patrón epidemiológico en los países de nuestro entorno (concentración de casos en las áreas metropolitanas). Estos hechos nos sitúan en un momento clave de cara al establecimiento de futuras estrategias que irán ligadas a llegar más lejos; atacar más fuerte; y buscar con más ahínco.

Conocemos su causa y podemos curarla, pero debemos diagnosticarla a tiempo y asegurarnos de instaurar el tratamiento. De esta forma, además, evitaremos nuevos casos al romper la cadena de transmisión mientras se sigue trabajando en el desarrollo de una vacuna más eficaz (la cual puede llegar pronto, pero eso ya es historia para otro día). Quizás entonces, estemos en disposición de pensar en eliminar la tuberculosis de la faz de la tierra por increíble que pueda parecer y el trabajo de Koch cobrará más sentido aún.


 Programa de la OMS contra la tuberculosis: http://www.who.int/tb/es/index.html