jueves, 22 de marzo de 2012

Notas culturales para diagnosticar la tuberculosis


“La tisis es difícil de diagnosticar y fácil de tratar en sus primeras fases, mientras que resulta fácil de diagnosticar y difícil de tratar en su etapa final.”
Tito Lucrecio Caro (99 a. C.-55 a.C.)

La tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad. Ha estado presente en numerosos momentos de nuestra historia y ha sido retratada como inevitable compañera de viaje del hombre en multitud de ocasiones. Gracias a este hecho, les propongo aprender a reconocer sus síntomas clásicos aprovechando solo algunos de los incontables ejemplos de las representaciones que de ella se han hecho a lo largo del tiempo en el mundo de la cultura.

Palidez y Delgadez (pérdida de peso)
Si es usted aficionado al cine, seguro que recuerda a Satine, el personaje interpretado por Nicole Kidman en la película Moulin Rouge! (2001). La acción se desarrolla en el Paris de finales del s. XIX. En el barrio de Montmartre se acumulan los artistas bohemios del movimiento romanticista que toman, precisamente, estos rasgos de la enfermedad como paradigma de la belleza de la mujer del romanticismo. No es de extrañar entonces que el protagonista quede prendado de la blanca piel, y la fina figura, de Satine al instante, la cual parece ir ablandándose por el amor -al mismo tiempo que languideciendo por la tuberculosis- según avanza la película. El director de la película, Baz Luhrmann, ya había trabajado en una adaptación de la ópera La Boheme que triunfó incluso en Brodway, y se muestra gran conocedor de este ambiente y del devenir de esta enfermedad que acaba matando a sendas protagonistas.

Languidez
Si es usted aficionado a la música, habrá disfrutado escuchando las obras de Frédéric Chopin al cual la tuberculosis acompañó durante muchos años hasta su muerte, ya sin fuerzas, en la cama con 39 años. La enfermedad le hizo  padecer una verdadera tortura pues siempre se sintió debilitado y frágil. Por consejo médico se instaló temporalmente en Mallorca en un intento de que su clima le ayudase a sentirse mejor. Conocida era su delgadez y palidez y como demuestran algunos apelativos que la escritora George Sand -su pareja durante 10 años- le dedicó: “mi enfermo ordinario” o “mi querido cadáver”. Por cierto, también solía decir que Chopin Tose con una gracia infinita". Ella, a pesar del amor que le profesaba, confundió su aspecto enfermizo con un carácter manipulable del que apiadarse. No obstante, él tuvo tiempo de demostrar a la arrogante novelista que su carácter era fuerte, valiente y noble, la superficie era solo la tuberculosis, y la sorprendió dejándola un día cansado de su forma de tratarle.

Tos
Si es usted aficionado al baile, quizás haya bailado el tango de Carlos Gardel “Caminito del taller” en cuya letra se describe a una costurera que “...envuelta en una racha de tos seca y tenaz...” da la impresión de que la enfermedad solo le permitirá realizar el trayecto hacia su trabajo una última vez. No deja de guardar cierta similitud con otra costurera -o modista- Mimí la protagonista de la ópera La Boheme de Puccini, la cual es descubierta por su amado por culpa de un inoportuno, inevitable y violento acceso de tos justo cuando éste confiesa a un amigo que ha roto con ella por amor intentando así salvarla de su enfermedad. La sangre no llega al río y los amantes acuerdan permanecer juntos hasta la primavera cuando piensan que el mundo revive de nuevo. Volverán a encontrarse meses más tarde, pero ella ya manifiesta la fase final de una tuberculosis que se la lleva para siempre mientras él llora desconsoladamente.

Hemoptisis (expectoración sanguinolenta)
Si es usted aficionado al teatro, a buen seguro se impresionó al conocer que el dramaturgo, y actor, francés Moliére sufrió en pleno escenario un ataque con intensos escalofríos mientras representaba –paradójicamente- su obra “El enfermo imaginario”. Trasladado a su casa, le sobrevinieron abundantes “vómitos” de sangre tras los que moriría acompañado de sus asustados amigos a los que tranquilizaba diciéndoles “Ya me habéis visto echar más”. Curiosamente, ese día las ropas de su vestuario eran de color amarillo lo que se ha transmitido hasta hoy como señal de mal agüero entre actores que lo evitan sobre las tablas siempre que pueden. Tenía 51 años y su salud ya se había quebrantado más veces con anterioridad mostrando todos los síntomas de la tuberculosis. Los infructuosos tratamientos a los que fue sometido cebaron aún más su animadversión hacia los médicos de su época, a los que definió como: “Hombre a quién se paga para que cuente tonterías en el cuarto de un enfermo hasta que la Naturaleza le cure o los remedios lo maten”.

Astenia (cansancio)
Si es usted aficionado a la literatura, estoy convencido que habrá leído a Chejov y que sabrá que comenzó a escribir por motivos económicos puesto que de profesión era médico. A él corresponde la frase “La medicina es mi esposa y la literatura mi amante, cuando me canso de una, paso la noche con la otra y ello acaba mejorando mi relación con ambas”. Es precisamente a través del contacto con sus pacientes como adquiere muy joven la tuberculosis que le mataría con 44 años. Su cansancio físico era tal que se veía obligado a pasar largas temporadas de descanso en otras ciudades para intentar reponer su salud y recuperar las fuerzas, aprovechando climas más favorables que el de Moscú. Por este motivo viajó, por ejemplo, a Francia, Alemania y Crimea. Curiosamente, a la vuelta de este último viaje se estrenó con gran éxito de crítica su obra La Gaviota por la compañía del Teatro de Arte de Moscú que dirigía Stanislavski quien tuvo que crear ex profeso un nuevo medio artístico basado en la naturalidad del actor para dar vida a los personajes de Chejov descubriendo así el concepto de subtexto. El método Stanislavski ha sido seguido por actores como Al Pacino, Marlon Brando o Paul Newman.

Drama personal
Si es usted aficionado a la ópera, conocerá a la perfección La Traviata de Verdi. Basada en una adaptación teatral de la novela de Alejandro Dumas La Dama de las Camelias. Violeta, la protagonista, una cortesana acostumbrada a los placeres, la libertad y el divertimento cambia su estilo de vida por amor a Alfredo. Para salvaguardar el honor de la familia de su amado realiza el noble sacrificio de renunciar a él. Ella está gravemente enferma de tuberculosis y sus últimos días se consumen triste y sola postrada en la cama de una oscura habitación, añorando a Alfredo y su vida juntos. En el instante final, aunque demasiado tarde, se descubre su sacrificio y muere en brazos de su amado sin sentir dolor. Al igual que en la obra, al intuirse el carácter transmisible de la tuberculosis, muchos enfermos fueron despreciados y condenados a una vida oscura y solitaria mientras eran conscientes de la progresión de la enfermedad en sus propios cuerpos y del trágico final que les aguardaba.

Drama social
Si es usted aficionado a la pintura, alguna vez se habrá conmovido por la pintura de Edvard Munch. Se dice que sus cuadros están cargados de sentimientos y de tragedia humana. Entre ellos la angustia existencial tal y como muestra, por ejemplo, una de sus obras más conocidas: El grito. En ella se representa, y condensa, el enorme dolor que él mismo sintió por la pérdida de su madre y hermana víctimas de la tuberculosis cuando él era muy joven. Este acontecimiento, unido a las obsesiones religiosas de su padre -por cierto, médico militar-, le generó una personalidad conflictiva que él mismo consideraba la base de su genio. La tuberculosis dejó en 2009 casi 10 millones de niños huérfanos en el mundo que en lugar de sufrir la tuberculosis en el cuerpo la padecen en el alma.

Fiebre moderada
Si usted ha leído todo lo anterior, usted es aficionado a la medicina, y tras estas breves notas culturales quizás le sea más fácil aún visualizar los síntomas clásicos de la tuberculosis pulmonar e imaginarse a sí mismo con una bata blanca y fonendo... por cierto, precisamente el inventor de tan ingenioso aparato -utilizado a diario aún en nuestros días e icono de la profesión- murió a los 45 años de tuberculosis. René Laënnec, era un médico enjuto al que la fiebre que persistentemente le acompañaba le dio un aspecto enfermizo. Tenía que auscultar a diario numerosos enfermos como se venía haciendo hasta entonces: pegando la oreja al pecho del paciente. Su timidez, y la vergüenza que pasaba al tener que explorar a las mujeres jóvenes, le hicieron descubrir que con este aparato los ruidos generados por el corazón y los pulmones eran más audibles aún. Hombre de suma inteligencia, se dice que erró al no llegar a sospechar que sus enfermos tuberculosos fueron la fuente de su contagio. El pensaba que la enfermedad era “fruto de la vida en las ciudades y su miseria”...quizás tampoco estaba tan equivocado.

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