martes, 24 de abril de 2012

Con un poco de (brazos de) azúcar esa píldora que os dan…


Seguramente todos habréis visto alguna vez el inolvidable clásico Mary Poppins (1964). A día de hoy sigue siendo la película de Disney más premiada en los Oscar consiguiendo 5 estatuillas entre ellas la de mejor banda sonora. Los responsables de dichas melodías fueron dos hermanos Robert y Richard Sherman, el primero de los cuales –por cierto- falleció el mes pasado. Ambos se encontraban trabajando en la creación de las canciones allá por 1963 y una de ellas titulada “The eyes of love” no terminaba de convencer a una joven Julie Andrews que se quejaba de que carecía de chispa. El propio Walt Disney les pidió que añadieran un estribillo más pegadizo. Al llegar a casa tras un día entero trabajando juntos sin éxito, Robert fue advertido por su mujer de que habían vacunado a su hijo de 8 años frente a la polio. Existía una vacuna parenteral (administrada con aguja) desde 1955, pero desde ese año (1963) se impuso la nueva vacuna oral (administrada en gotas). Robert Sherman no debía conocer la existencia de esta nueva vacuna cuando preguntó a su hijo si le había dolido mucho el pinchazo, a lo que su hijo le respondió que en absoluto, que habían colocado la “medicina” en un terrón de azúcar y él se lo había tragado. El impacto debió ser tal que en ese mismo momento, según confesaría años más tarde, le sobrevino la idea de la letra de una de las canciones más conocidas de la película: "A spoonful of sugar helps the medicine go down", que en español oímos como “Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan pasará mejor. Si hay un poco de azúcar esa píldora que os dan satisfechos tomaréis”. Le costó convencer a su atónito hermano que finalmente accedería a pulir la melodía de lo que se convirtió en todo un éxito.


Y es que siempre ha existido una cierta preocupación entre los sanitarios por hacer que los niños –y sus padres- sufran lo menos posible durante la administración de fármacos o de vacunas. El terrón de azúcar, en ese caso, se ha visto acompañado de múltiples iniciativas como el estar acompañado por los padres, tener música de fondo, ambientes con luz tenue, abrazar a peluches, decoración en las paredes, ser amamantado, etc. Todos estos métodos variaban de acuerdo a la edad del niño. En una sociedad algo medicalizada, y angustiada, en los últimos años en algunos países se administra una solución de sucrosa (de nuevo, azúcar) y algunos sectores preconizaban que bastaba con la administración de analgésicos antes y después del acto vacunal. Pero esta última medida no solo no parecía aportar nada sino que, incluso, disminuía la concentración de los anticuerpos generados tras algunas vacunas.

El pasado 16 de abril en la prestigiosa revista Pediatrics se ha publicado un nuevo estudio al respecto. Pero en este caso, los investigadores de un Hospital Infantil en Norfolk (Virginia, EE.UU.) no evalúan un nuevo fármaco sino la utilidad de un método basado en el contacto físico para reducir la duración del llanto tras administrar una vacuna en niños entre 2 y 4 meses de edad. En realidad los autores se proponen comprobar si el método de las “Cinco eses” (5S’s) que describe el Dr. Harvey Karp en su libro “The happiest baby on the block” funcionaría también para aliviar el dolor tras la administración de una vacuna. El método consiste en 5 intervenciones que en inglés comienzan por la letra “S”: Swaddling (Envolverle en un arrullo o manta de algodón durante 15 segundos), Side/Stomach position (Colocarle de lado o boca abajo durante 30 segundos), Shushing (Chistarle o susurrarle de forma cercana, “shhhhh”), Swinging (Acunarle o mecerle) y Sucking (Darle el Chupete). El Dr. Karp asegura que estas cinco medidas aplicadas juntas, y en ese orden, despiertan un reflejo automático de tranquilización en los bebés. Se trata, de alguna manera, de reproducir las condiciones en las que el bebé se encontraba en el interior del útero materno durante los nueve meses de gestación.

En el estudio los autores encontraron que los bebés a los que se les aplicaba esta técnica tenían menor puntuación en una escala de dolor validada. La diferencia encontrada era estadísticamente significativa, o sea, difícilmente explicable por el azar. Así mismo, también encontraron que estos niños lloraban durante menos tiempo tras la vacunación. A los 45 segundos tan solo el 20% de los niños seguía llorando comparado con el 40% de los que se les dio azúcar o el 65% de los que no recibieron ninguna intervención. El éxito era tal que en muchos casos el método quedaba reducido a las "cuatro eses" pues muchos bebés ya estaban calmados antes de poder ofrecerles el chupete.



En ciencia un único estudio puede no ser suficiente y es necesario comprobar su reproducibilidad y contrastar los resultados en otras poblaciones. La verdad es que así descrito puede parecer algo demasiado mecánico y robótico, pero en realidad creo que se trata de aplicar un poco de sentido común y de hacer las cosas de una forma natural y cariñosa. Si, al menos, sirve para darnos cuenta del valor que puede llegar a tener un abrazo…

Enlace al artículo científico original:
Enlace que proponen los autores para ver cómo envolver al bebé en la manta:

martes, 17 de abril de 2012

Franklin D. Roosevelt, el Presidente comprometido con la poliomielitis.


Hace apenas unos días, el 12 de abril, pero del año 1945 moría bruscamente, mientras trabajaba en su despacho, Franklin Delano Roosevelt a la edad de 63 años tras un apreciable deterioro de su estado de salud. Este hombre, de increíble entereza, ha sido el único en ganar cuatro elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. Esto podría no extrañar a muchos si tenemos en cuenta que era descendiente de una importante dinastía de abogados, políticos y diplomáticos. De hecho, otro presidente Theodore Roosevelt –en este caso republicano- era primo quinto suyo y Franklin llevó al altar a la sobrina de éste tras conocerla en una recepción en la Casa Blanca. Su educación fue exquisita manejando el alemán y francés, habiendo viajado por Europa desde la juventud, practicado múltiples deportes y asistido a las Universidades de Harvard y Columbia. A pesar de esto su familia -de convicción demócrata- creía en el servicio público, destinaba gran parte de su dinero a las tareas filantrópicas y no gustaba de alternar con la aristocracia.

El joven Franklin destacó pronto en la política gracias a su impecable aspecto físico y su buena oratoria. Con 30 años fue nombrado Secretario Adjunto de la Marina y solo cinco años más tarde, al entrar en la Primera Guerra Mundial en 1917, se convirtió en el más alto administrador de la Marina de los Estados Unidos jugando un importante papel en el desarrollo de la Guerra lo que le sirvió, por ejemplo, para encontrarse por primera vez con Churchill. Su meteórica carrera le llevó a ser candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos en 1920. Contaba apenas con 38 años, pero su suerte pareció cambiar a partir de entonces.

Su candidatura conjunta con el Gobernador de Ohio sufrió una gran derrota después de ocho años de mala gestión demócrata. En el plano personal, dos años antes su mujer estuvo a punto de divorciarse de él por sus continuas infidelidades, lo que no llegó a ocurrir gracias al acuerdo al que llegaron la madre del político y la que -a partir de entonces- solo sería su esposa de cara a la opinión pública manteniendo vidas separadas.

Por si esto fuera poco, durante el verano de 1921, con 39 años de edad Franklin D. Roosevelt contrajo la poliomielitis. La polio era un verdadero azote que afectaba a millones de personas en todo el mundo y de la que nadie -como puede comprobarse- estaba exento de contagio. Una vez infectado por este virus se produce una afectación de los nervios que paraliza los músculos a los que controlan. Pueden darse distintos grados de afectación que van desde permanecer asintomático (la mayoría), sufrir formas no paralíticas que se asemejan a casos de meningitis y las formas paralíticas de la enfermedad que pueden inutilizar extremidades o, incluso, los músculos respiratorios lo que suele conducir a la muerte.

Roosevelt quedó total, y permanentemente, paralítico de cintura para abajo lo que le impidió, por ejemplo, volver a caminar. Todos pensaron que su debilitada carrera política había terminado definitivamente. Pero lo cierto, es que nunca se dio por vencido y se empeñó en superar la enfermedad con distintos tratamientos. Nunca lo logró pues el daño es irreversible, pero decidió volver a la política convirtiéndose 7 años más tarde en Gobernador de Nueva York y en 1932, tras derrotar al republicano Hoover, en presidente de los Estados Unidos hasta su muerte. Para ello empleó ciertos trucos ya que pensaba que los efectos de la polio podían interpretarse como signos de debilidad política. De hecho nunca acudió a actos públicos en silla de ruedas (solo se conocen dos fotografías), conducía en coches adaptados, unos herrajes le permitían dar sus discurso de pie, ect.


Y aquí viene lo curioso de esta historia, pues durante todos sus mandatos estuvo comprometido, además de con la lucha frente a la pobreza y los derechos civiles, con plantar batalla a la polio fomentando la educación de la población general sobre la enfermedad, fundando balnearios para la rehabilitación de afectados y financiando, y promoviendo, la investigación de una vacuna eficaz. Entre estas medidas, ayudó a la fundación en 1938 de la organización denominada la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil (NFIP) que promovía la investigación de una cura definitiva para la enfermedad y la creación de una red de colaboradores que asegurase donaciones para lograr financiar -por ejemplo- los trabajos de Jonas Salk que dieron como fruto la primera vacuna eficaz frente a la polio en 1955 (vacuna inactivada parenteral) y los trabajos de Albert Sabin en el norte de África que permitieron disponer de una segunda vacuna en 1963 (vacuna atenuada oral). Ambas han sido claves en la disminución del número de casos de  polio en el mundo y de la posibilidad de su cercana erradicación.


La NFIP fue pronto conocida como la “March of Dimes” y adoptó, incluso, esa nueva denominación en 1976. El origen de dicho nombre se debió al famoso cómico, y filántropo, Eddie Cantor (Óscar honorífico de la Academia en 1963) que en 1938 inventó un juego de palabras con el título de la más popular novela radiofónica del aquel momento “March of Times” para una campaña de donaciones. Solicitaba a los oyentes de su propio show que enviaran un “dime” (moneda de 10 centavos cuyo nombre original era “disme” al derivar de la palabra latina “decimus”) a la víctima más célebre de la polio: el presidente Roosevelt. En apenas unas semanas se recibieron en la Casa Blanca 2.680.000 monedas. En 1946 se acordó incorporar la cara de Franklin D. Roosevelt en dichas monedas de 10 centavos quedando así inmortalizado al año de su muerte y vinculado su recuerdo para siempre a la lucha contra la poliomielitis a la que tanto contribuyó.