"El deber más alto de la medicina es salvar la vida humana amenazada,
y es en la rama de la obstetricia donde este deber es más obvio."
I. F. Semmelweis
Hace 151 años un médico húngaro de total vocación (iba para
abogado hasta que tuvo ocasión de asistir a una autopsia y dio un giro radical a sus
estudios) llamado Ignacio Felipe
Semmelweis publicó uno de esos trabajos que forman parte de la historia de
la medicina (De la etiología, el concepto
y la profilaxis de la fiebre puerperal. 1861). Este obstetra consideraba
inaceptable que hasta el 40% de las mujeres fallecieran tras dar a luz por
sepsis puerperal, pero le escandalizaba más aún que ninguno de sus antiguos compañeros
cirujanos se preguntara porqué entre los pacientes operados -con casos
idénticos- unos fallecieran y otros no de forma impredecible.
Trabajando en una clínica obstétrica de Viena observó que había
una excesiva diferencia en la mortalidad por sepsis puerperal entre los dos pabellones
del hospital y se propuso no descansar hasta descubrir una explicación. No
descartó ninguna hipótesis (desde las diferencias sociales entre pacientes hasta
la nacionalidad del médico o, incluso, el paso del sacerdote otorgando la
bendición nocturna), pero la que más le obsesionaba era que los estudiantes de
medicina transportasen algún tipo de sustancia de putrefacción en sus manos, o
ropas, pues en uno de los pabellones atendían a las mujeres tras acudir a las
sesiones de medicina forense y realizar las autopsias. El otro pabellón, donde
la mortalidad era mucho menor, era atendido en su mayoría por matronas. Tras confirmarlo
con un estudio epidemiológico, se decidió a intervenir obligando a los
estudiantes a lavarse las manos con cloruro cálcico e instalando personalmente
lavabos en las salas. Las diferencias disminuían y la mortalidad cayó al 0,23%.
Denostado por muchos compañeros y sociedades científicas, terminó siendo
despedido y emprendió una lucha que -unida al sufrimiento de aquellos años en
la clínica- le llevó al borde de la locura y, finalmente, a la muerte pues se
provocó un corte con un escalpelo utilizado en una autopsia que le ocasionó una
sepsis fatal similar a las que sufrían las parturientas.
Su trabajo fue reconocido posteriormente aunque nunca tuvo la
repercusión de trabajos similares como el de Joseph Lister apenas unos años más tarde. Este último es
considerado el padre de la asepsia y antisepsia y sus trabajos fueron
extremadamente meritorios en el campo de la infección quirúrgica, pero tuvo la
suerte de aplicar la experiencia de Semmelweis
así como de ser coetáneo de Louis Pasteur
y tener acceso a los números avances en el conocimiento microbiológico de su
época (curiosamente su propio padre fue un pionero en el uso del microscopio) lo que ayudó enormemente al desarrollo de su trabajo. Por cierto, justo este año se cumple el centenario de su muerte.
Este insigne
cirujano se encontró al incorporarse a su clínica quirúrgica de Glasgow una
mortalidad del 30-50% por la entonces denominada “gangrena hospitalaria”. El éxito de Lister para casi hacer desaparecer las
infecciones de las heridas se basó en varios frentes: pulverizar el ambiente, lavar
el instrumental, la herida y, de nuevo, las manos de los cirujanos con fenol
como reflejó en su publicación (On the
Antiseptic Principle in the Practice of the Surgery, 1867). Este trabajo
cambió radicalmente la cirugía y la forma de atender a los pacientes en los hospitales. Antes de ser
ampliamente reconocido (se le nombró barón, recibió la orden al Mérito y fue
elegido presidente de la Royal Society) fue también duramente atacado, pero su
perseverancia y los evidentes resultados hablaron por él.
Para muchos debe resultar increíble que después de un siglo y
medio de estos hallazgos y en el mundo tan tecnológico, y avanzado, en el que vivimos
sea necesario declarar un Día Mundial del Lavado de Manos no solo para honrar
esta acción tan simple, eficaz y barata sino para recordar que debe retomarse
en todos los centros sanitarios pues desgraciadamente ha caído en desuso. Se
estima que el personal sanitario la omite en el 60% de las ocasiones en que es
necesaria. Precisamente por esto, la OMS lanzó en el año 2009 una campaña para
concienciar a todos los trabajadores sanitarios del mundo de que LAVARSE LAS MANOS SALVA VIDAS y
previene de infecciones adquiridas en el medio sanitario. Esta campaña, aún en
marcha, se enmarca en el Primer Reto Global de Seguridad del Paciente de la OMS
lanzado en 2005: Un atención sanitaria
limpia es una atención más segura. Si bien la preocupación es mayor en los
países más desfavorecidos, las estrategias están diseñadas también para los
países desarrollados. En el mundo participan más de 5000 centros sanitarios de
122 países. En nuestro país se han adherido ya 559 centros a la campaña (es el
tercer país europeo con mayor número de centros participantes).
En Europa, el ECDC ha estimado que se producen al año 4
millones y medio de infecciones asociadas a la atención sanitaria. Entre estas
las más frecuentes son las relacionadas con la cirugía. En nuestro medio entre
1,2-5,2 de cada 100 intervenciones se produce infección de la herida quirúrgica
(en los países más pobres una media de 11,8%).
En España, esta semana estamos de enhorabuena pues el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad acaba de presentar los datos del año 2011 y hemos registrado la prevalencia de infección hospitalaria más baja de los últimos 22 años: un 6,3%. De acuerdo a este estudio, el año pasado en nuestro país la infección quirúrgica ocupó el tercer lugar en frecuencia (19,4%) con la infección respiratoria a la cabeza (22,2%) seguida de la urinaria (20,6%) entre este tipo de infecciones hospitalarias.
En España, esta semana estamos de enhorabuena pues el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad acaba de presentar los datos del año 2011 y hemos registrado la prevalencia de infección hospitalaria más baja de los últimos 22 años: un 6,3%. De acuerdo a este estudio, el año pasado en nuestro país la infección quirúrgica ocupó el tercer lugar en frecuencia (19,4%) con la infección respiratoria a la cabeza (22,2%) seguida de la urinaria (20,6%) entre este tipo de infecciones hospitalarias.
Los beneficios del lavado de manos se ponen de manifiesto a
diario en la literatura médica. Uno de los últimos ejemplos se publicaba este miércoles 3 de mayo en la prestigiosa revista British Medical Journal con los resultados de un estudio en 187
centros del Reino Unido en los que puso en marcha una campaña de lavado de manos similar el 1 de
diciembre de 2004. Stone y colaboradores encontraron un descenso estadísticamente
significativo durante los 4 años siguientes de las infecciones por dos microorganismos típicamente asociados
a infecciones hospitalarias: la bacteriemia por Staphylococcus aureus meticiliresistente
y la infección por Clostridium difficile.
Ambas bacterias representan un creciente problema en los centros sanitarios
pues su resistencia a los antibióticos, en especial en la primera, están limitando enormemente el arsenal
terapéutico disponible y están ocasionando numerosas muertes.
Convencido de su utilidad, desde aquí me adhiero -como llevo
haciendo años- a la promoción de esta práctica fácil y necesaria que puede
hacernos disminuir la infección hospitalaria y, además, colaborar en la lucha
frente a las bacterias multiresistentes. Sería deseable que los esfuerzos y
recursos que se están empleando en esta campaña se pudiesen destinar a otros
problemas de salud y que no fuese necesario dedicarle un Día Mundial a un acto
que desde el siglo XIX cambió el pronóstico de millones de pacientes en todo el
mundo y facilitó el desarrollo de la medicina y la cirugía.
Página web de la campaña de la OMS en español:
Programa Higiene de Manos en el Sistema Nacional de Salud:
Nota de prensa del MSSSI sobre el descenso de las
infecciones hospitalarias en 2011:
Artículo del British Medical Journal (BMJ 2012;344:e3005):
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