Seguramente todos habréis visto alguna vez el
inolvidable clásico Mary Poppins
(1964). A día de hoy sigue siendo la película de Disney más premiada en los
Oscar consiguiendo 5 estatuillas entre ellas la de mejor banda sonora. Los
responsables de dichas melodías fueron dos hermanos Robert y Richard Sherman,
el primero de los cuales –por cierto- falleció el mes pasado. Ambos se
encontraban trabajando en la creación de las canciones allá por 1963 y una de
ellas titulada “The eyes of love” no
terminaba de convencer a una joven Julie Andrews que se quejaba de que carecía
de chispa. El propio Walt Disney les pidió que añadieran un estribillo más
pegadizo. Al llegar a casa tras un día entero trabajando juntos sin éxito,
Robert fue advertido por su mujer de que habían vacunado a su hijo de 8 años
frente a la polio. Existía una vacuna parenteral (administrada con aguja) desde
1955, pero desde ese año (1963) se impuso la nueva vacuna oral (administrada en
gotas). Robert Sherman no debía conocer la existencia de esta nueva vacuna
cuando preguntó a su hijo si le había dolido mucho el pinchazo, a lo que su
hijo le respondió que en absoluto, que habían colocado la “medicina” en un
terrón de azúcar y él se lo había tragado. El impacto debió ser tal que en ese
mismo momento, según confesaría años más tarde, le sobrevino la idea de la
letra de una de las canciones más conocidas de la película: "A spoonful of sugar helps the medicine go
down", que en español oímos como “Con
un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan pasará mejor. Si hay un poco de azúcar esa píldora que os dan
satisfechos tomaréis”. Le costó convencer a su atónito hermano que finalmente
accedería a pulir la melodía de lo que se convirtió en todo un éxito.
Y es que siempre ha existido una cierta preocupación entre
los sanitarios por hacer que los niños –y sus padres- sufran lo menos posible
durante la administración de fármacos o de vacunas. El terrón de azúcar, en ese
caso, se ha visto acompañado de múltiples iniciativas como el estar acompañado
por los padres, tener música de fondo, ambientes con luz tenue, abrazar a
peluches, decoración en las paredes, ser amamantado, etc. Todos estos métodos
variaban de acuerdo a la edad del niño. En una sociedad algo medicalizada, y
angustiada, en los últimos años en algunos países se administra una solución de
sucrosa (de nuevo, azúcar) y algunos sectores preconizaban que bastaba con la
administración de analgésicos antes y después del acto vacunal. Pero esta última
medida no solo no parecía aportar nada sino que, incluso, disminuía la
concentración de los anticuerpos generados tras algunas vacunas.
El pasado 16 de abril en la prestigiosa revista Pediatrics se ha publicado un nuevo
estudio al respecto. Pero en este caso, los investigadores de un Hospital Infantil
en Norfolk (Virginia, EE.UU.) no evalúan un nuevo fármaco sino la utilidad de
un método basado en el contacto físico para reducir la duración del llanto tras
administrar una vacuna en niños entre 2 y 4 meses de edad. En realidad los
autores se proponen comprobar si el método de las “Cinco eses” (5S’s) que
describe el Dr. Harvey Karp en su libro “The
happiest baby on the block” funcionaría también para aliviar el dolor tras
la administración de una vacuna. El método consiste en 5 intervenciones que en
inglés comienzan por la letra “S”: Swaddling
(Envolverle en un arrullo o manta de algodón durante 15 segundos), Side/Stomach position (Colocarle de lado
o boca abajo durante 30 segundos), Shushing
(Chistarle o susurrarle de forma cercana, “shhhhh”), Swinging (Acunarle o mecerle) y Sucking
(Darle el Chupete). El Dr. Karp asegura que estas cinco medidas aplicadas
juntas, y en ese orden, despiertan un reflejo automático de tranquilización en
los bebés. Se trata, de alguna manera, de reproducir las condiciones en las que
el bebé se encontraba en el interior del útero materno durante los nueve meses
de gestación.
En el estudio los autores encontraron que los bebés a los que se les aplicaba esta técnica tenían menor puntuación en una escala de dolor validada. La diferencia encontrada era estadísticamente significativa, o sea, difícilmente explicable por el azar. Así mismo, también encontraron que estos niños lloraban durante menos tiempo tras la vacunación. A los 45 segundos tan solo el 20% de los niños seguía llorando comparado con el 40% de los que se les dio azúcar o el 65% de los que no recibieron ninguna intervención. El éxito era tal que en muchos casos el método quedaba reducido a las "cuatro eses" pues muchos bebés ya estaban calmados antes de poder ofrecerles el chupete.
En ciencia un único estudio puede no ser
suficiente y es necesario comprobar su reproducibilidad y contrastar los
resultados en otras poblaciones. La verdad es que así descrito puede parecer
algo demasiado mecánico y robótico, pero en realidad creo que se trata de aplicar
un poco de sentido común y de hacer las cosas de una forma natural y cariñosa.
Si, al menos, sirve para darnos cuenta del valor que puede llegar a tener un
abrazo…
Enlace
al artículo científico original:
Enlace que proponen los autores para ver cómo envolver al
bebé en la manta:
¡Es cierto! Este doctor ha estudiado los efectos que producen los gestos de amor y cariño naturales que nos han hecho y hacemos todos a un bebe de manera intuitiva. Seguro que en otras culturas hay otros gestos que también funcionan. En zonas de África a los niños les ponen un "nombre de casa" (algo parecido al apodo) y le cantan una canción que siempre le acompañara el resto de su vida, y se la tararean cuando hay dificultades (como recibir varios picotazos por las vacunas) : )
ResponderEliminarPd: muy bueno tu articulo...se me ha quedado metida la canción de la película en la cabeza (la he tarareado mientras leía)
Gracias!!!oooo