“La tisis es difícil de diagnosticar y fácil de
tratar en sus primeras fases, mientras que resulta fácil de diagnosticar y
difícil de tratar en su etapa final.”
Tito Lucrecio Caro (99 a. C.-55 a.C.)
La tuberculosis es una de las enfermedades más
antiguas de la humanidad. Ha estado presente en numerosos momentos de nuestra
historia y ha sido retratada como inevitable compañera de viaje del hombre en
multitud de ocasiones. Gracias a este hecho, les propongo aprender a reconocer
sus síntomas clásicos aprovechando solo algunos de los incontables ejemplos de
las representaciones que de ella se han hecho a lo largo del tiempo en el mundo
de la cultura.
Palidez y Delgadez
(pérdida de peso)
Si es usted aficionado al cine, seguro que recuerda a Satine, el personaje
interpretado por Nicole Kidman en la película Moulin Rouge! (2001). La acción se desarrolla en el Paris de finales
del s. XIX. En el barrio de Montmartre se acumulan los artistas bohemios del
movimiento romanticista que toman, precisamente, estos rasgos de la enfermedad
como paradigma de la belleza de la mujer del romanticismo. No es de extrañar
entonces que el protagonista quede prendado de la blanca piel, y la fina figura,
de Satine al instante, la cual parece ir ablandándose por el amor -al mismo
tiempo que languideciendo por la tuberculosis- según avanza la película. El
director de la película, Baz Luhrmann, ya había trabajado en una adaptación de
la ópera La Boheme que triunfó
incluso en Brodway, y se muestra gran conocedor de este ambiente y del devenir
de esta enfermedad que acaba matando a sendas protagonistas.
Languidez
Si es usted aficionado a la música, habrá disfrutado escuchando las obras de Frédéric Chopin al cual la tuberculosis acompañó durante
muchos años hasta su muerte, ya sin fuerzas, en la cama con 39 años. La
enfermedad le hizo padecer una verdadera
tortura pues siempre se sintió debilitado y frágil. Por consejo médico se
instaló temporalmente en Mallorca en un intento de que su clima le ayudase a
sentirse mejor. Conocida era su delgadez y palidez y como demuestran algunos
apelativos que la escritora George Sand -su pareja durante 10 años- le dedicó:
“mi enfermo ordinario” o “mi querido cadáver”. Por cierto,
también solía decir que Chopin “Tose con una gracia infinita".
Ella, a pesar del amor que le profesaba, confundió su aspecto enfermizo con un
carácter manipulable del que apiadarse. No obstante, él tuvo tiempo de
demostrar a la arrogante novelista que su carácter era fuerte, valiente y
noble, la superficie era solo la tuberculosis, y la sorprendió dejándola un día
cansado de su forma de tratarle.
Tos
Si es usted aficionado al baile, quizás haya bailado el tango de Carlos Gardel “Caminito del taller” en cuya letra se describe a una
costurera que “...envuelta en una racha
de tos seca y tenaz...” da la impresión de que la enfermedad solo le
permitirá realizar el trayecto hacia su trabajo una última vez. No deja de
guardar cierta similitud con otra costurera -o modista- Mimí la protagonista de
la ópera La Boheme de Puccini, la
cual es descubierta por su amado por culpa de un inoportuno, inevitable y
violento acceso de tos justo cuando éste confiesa a un amigo que ha roto con
ella por amor intentando así salvarla de su enfermedad. La sangre no llega al
río y los amantes acuerdan permanecer juntos hasta la primavera cuando piensan
que el mundo revive de nuevo. Volverán a encontrarse meses más tarde, pero ella
ya manifiesta la fase final de una tuberculosis que se la lleva para siempre mientras
él llora desconsoladamente.
Hemoptisis
(expectoración sanguinolenta)
Si es usted aficionado al teatro, a buen seguro se impresionó al conocer que el dramaturgo,
y actor, francés Moliére sufrió en
pleno escenario un ataque con intensos escalofríos mientras representaba
–paradójicamente- su obra “El enfermo
imaginario”. Trasladado a su casa, le sobrevinieron abundantes “vómitos” de
sangre tras los que moriría acompañado de sus asustados amigos a los que
tranquilizaba diciéndoles “Ya me habéis
visto echar más”. Curiosamente, ese día las ropas de su vestuario eran de
color amarillo lo que se ha transmitido hasta hoy como señal de mal agüero
entre actores que lo evitan sobre las tablas siempre que pueden. Tenía 51 años
y su salud ya se había quebrantado más veces con anterioridad mostrando todos
los síntomas de la tuberculosis. Los infructuosos tratamientos a los que fue
sometido cebaron aún más su animadversión hacia los médicos de su época, a los
que definió como: “Hombre a quién se paga
para que cuente tonterías en el cuarto de un enfermo hasta que la Naturaleza le
cure o los remedios lo maten”.
Astenia (cansancio)
Si es usted aficionado a la literatura, estoy convencido que habrá leído a Chejov y que
sabrá que comenzó a escribir por motivos económicos puesto que de profesión era
médico. A él corresponde la frase “La medicina
es mi esposa y la literatura mi amante, cuando me canso de una, paso la noche
con la otra y ello acaba mejorando mi relación con ambas”. Es precisamente a
través del contacto con sus pacientes como adquiere muy joven la tuberculosis
que le mataría con 44 años. Su cansancio físico era tal que se veía obligado a
pasar largas temporadas de descanso en otras ciudades para intentar reponer su
salud y recuperar las fuerzas, aprovechando climas más favorables que el de
Moscú. Por este motivo viajó, por ejemplo, a Francia, Alemania y Crimea. Curiosamente,
a la vuelta de este último viaje se estrenó con gran éxito de crítica su obra La Gaviota por la compañía del Teatro de
Arte de Moscú que dirigía Stanislavski quien tuvo que crear ex profeso un nuevo medio artístico
basado en la naturalidad del actor para dar vida a los personajes de Chejov
descubriendo así el concepto de subtexto. El método Stanislavski ha sido
seguido por actores como Al Pacino, Marlon Brando o Paul Newman.
Drama personal
Si es usted aficionado a la ópera, conocerá a la perfección La Traviata de Verdi. Basada en una adaptación teatral de la novela
de Alejandro Dumas La Dama de las
Camelias. Violeta, la protagonista, una cortesana acostumbrada a los
placeres, la libertad y el divertimento cambia su estilo de vida por amor a
Alfredo. Para salvaguardar el honor de la familia de su amado realiza el noble
sacrificio de renunciar a él. Ella está gravemente enferma de tuberculosis y
sus últimos días se consumen triste y sola postrada en la cama de una oscura
habitación, añorando a Alfredo y su vida juntos. En el instante final, aunque
demasiado tarde, se descubre su sacrificio y muere en brazos de su amado sin
sentir dolor. Al igual que en la obra, al intuirse el carácter transmisible de
la tuberculosis, muchos enfermos fueron despreciados y condenados a una vida
oscura y solitaria mientras eran conscientes de la progresión de la enfermedad
en sus propios cuerpos y del trágico final que les aguardaba.
Drama social
Si es usted aficionado a la pintura, alguna vez se habrá conmovido por la pintura de Edvard Munch. Se dice que sus cuadros
están cargados de sentimientos y de tragedia humana. Entre ellos la angustia
existencial tal y como muestra, por ejemplo, una de sus obras más conocidas: El grito. En ella se representa, y
condensa, el enorme dolor que él mismo sintió por la pérdida de su madre y
hermana víctimas de la tuberculosis cuando él era muy joven. Este
acontecimiento, unido a las obsesiones religiosas de su padre -por cierto,
médico militar-, le generó una personalidad conflictiva que él mismo
consideraba la base de su genio. La tuberculosis dejó en 2009 casi 10 millones
de niños huérfanos en el mundo que en lugar de sufrir la tuberculosis en el
cuerpo la padecen en el alma.
Fiebre moderada
Si usted ha leído todo lo anterior, usted es aficionado a la medicina, y tras estas breves notas
culturales quizás le sea más fácil aún visualizar los síntomas clásicos de la
tuberculosis pulmonar e imaginarse a sí mismo con una bata blanca y fonendo... por
cierto, precisamente el inventor de tan ingenioso aparato -utilizado a diario
aún en nuestros días e icono de la profesión- murió a los 45 años de
tuberculosis. René Laënnec, era un
médico enjuto al que la fiebre que persistentemente le acompañaba le dio un
aspecto enfermizo. Tenía que auscultar a diario numerosos enfermos como se venía
haciendo hasta entonces: pegando la oreja al pecho del paciente. Su timidez, y la
vergüenza que pasaba al tener que explorar a las mujeres jóvenes, le hicieron
descubrir que con este aparato los ruidos generados por el corazón y los
pulmones eran más audibles aún. Hombre de suma inteligencia, se dice que erró
al no llegar a sospechar que sus enfermos tuberculosos fueron la fuente de su
contagio. El pensaba que la enfermedad era “fruto
de la vida en las ciudades y su miseria”...quizás tampoco estaba tan
equivocado.